19 junio 2015
Por José A. Delgado
NUEVA YORK. – Nelson Antonio Denis acababa de ser aceptado en la Universidad de Harvard.
Curioso al fin, se fue a la gigantesca biblioteca Widener de la
universidad, que se precia de tener 57 millas de libros, en busca de
información sobre el que destaca como
el primer puertorriqueño en graduarse de la Escuela de Derecho de la prestigiosa institución universitaria estadounidense.
Para su sorpresa no encontró ninguna referencia a
Pedro Albizu Campos.
Desde entonces Denis -quien llegó a Harvard con 18 años-, ha estado en busca de conocer y explorar su propia historia.
Nacido en Nueva York, hijo de una puertorriqueña y un cubano, Denis
tuvo cuando era niño, con apenas ocho años, el primer choque con la
guerra fría, justo en los momentos de la crisis de los misiles
soviéticos en Cuba.
Eran las 3:00 de la mañana de un día de octubre de 1962 cuando
agentes del FBI tocaron a la puerta del edificio 600 de la calle 161 en
que vivía con su familia en Washington Heights. Arrestaron a su padre,
un operador de elevador admirador de la revolución cubana, por supuesto
espionaje político. Sin audiencia o juicio, Antonio Denis Jordán fue
deportado a La Habana. Nunca más le volvió a ver.
Escritor, abogado y político, Denis hizo su bachillerato en Harvard,
pero estudió derecho en la Universidad de Yale, donde coincidió, aunque
ella llegó antes, con Sonia Sotomayor. Ha sido responsable de la junta
editorial del diario La Prensa (1989 a 1991) y legislador estatal (1997 a
2000).
Denis, quien aún vive en el mismo barrio de Washington Heights de
Manhattan en el que creció, acaba de publicar el libro “Guerra contra
todos los puertorriqueños”, una mirada incisiva y fresca a los excesos
de la política estadounidense durante la primera mitad del pasado siglo.
El título alude al nefasto grito de batalla del entonces jefe
policial y exoficial de inteligencia militar, E. Francis Riggs, tras la
Masacre de Río Piedras, en que la Policía dio muerte el 24 de marzo de
1935 a tres nacionalistas y un estudiante, cuando declaró que si Albizu
Campos seguía su lucha por la independencia habría “guerra hasta la
muerte contra todos los puertorriqueños”.
Con elocuente narrativa, Denis revive dolorosos sucesos:
-Las masacres de Río Piedras y Ponce.
-La inusitada ocasión en que Estados Unidos, en medio de una ley
marcial, utilizó su Fuerza Aérea -la Guardia Nacional de Puerto Rico-
para lanzar bombas en dos pueblos de la Isla, Utuado y Jayuya, con el
objetivo de contener la Revolución Nacionalista de 1950.
“Ese es el único momento en la historia en que Estados Unidos ha bombardeado a sus propios ciudadanos”, resaltó.
-La ley de la mordaza adoptada por el gobernador Luis Muñoz Marín.
EL PRIMER GOBERNADOR CIVIL
Denis recuenta el irrespeto y la arrogancia bajo la cual Estados
Unidos tomó muchas de sus decisiones en la primera mitad del siglo
pasado, con atención a las andanzas del primer gobernador civil
(1900-1901), Charles Herbert Allen, quien dejó el puesto un año después
de haber sido designado con el propósito de acaparar la industria del
azúcar a través de la American Sugar Refining Company, ahora Domino
Sugar.
El libro revela un documento en el que el FBI le imputa a Muñoz Marín
haber sido adicto al opio, destaca cómo Estados Unidos llegó a
infiltrar el propio liderato del Partido Nacionalista y acentúa las
denuncias, hechas desde la década de 1980 por el historiador Pedro
Aponte Vázquez,
sobre el posible uso de radiación contra Albizu Campos cuando estaba preso en La Princesa.
La publicación ha tenido una gran acogida.
Hay narraciones que han sorprendido a muchos, como los detalles sobre
los movimientos y hasta los momentos de suspiro de Vidal Rodríguez
defendiendo su barbería, sede de un arsenal de los nacionalistas,
durante la revuelta del 30 de octubre de 1950.
También la alusión a que Albizu Campos recitó el poema “Puerto Rico,
Puerto Pobre” de Pablo Neruda, en enero de 1934, cuando asumía el
liderato de la huelga en la industria azucarera, un momento que
considera clave para la determinación de las autoridades estadounidenses
de enfrentarse a los nacionalistas. Denis atribuye la referencia al
poema al discurso de Albizu Campos del 11 de enero de 1934, el cual
sostiene que fue publicado íntegramente en El Imparcial.
Los rastros del poema colocan su publicación en libro a partir de 1960.
Denis sostiene que su narración se basa no solo en historias
periodísticas, libros y las ‘carpetas’ del FBI, sino en múltiples
entrevistas con nacionalistas que, productos de una era en que el
hermetismo era la norma, le hablaron de forma confidencial y casi
siempre anónima.
De esos relatos, sostuvo, salen las historias sobre el espía
estadounidense Waller Booth y el uso de la base Ramey, previo a la
revuelta nacionalista, como centro de torturas.
“Conocí por vez primera de la referencia de Albizu Campos al poema de
Neruda por medio de un trabajador de la caña en Guayama que escuchó el
discurso, y después se convirtió en nacionalista”, indicó Denis.
La entrevista con Denis tuvo lugar el pasado 1 de mayo, en un
restaurante frente al edificio de apartamentos en que reside en la zona
de Washington Heights.
El encuentro se extendió por dos horas. Pero, la conversación
continuó días después. En julio hará un recorrido por ocho pueblos,
organizado por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP).
¿Por qué el libro?
-Cuando estaba en la Universidad de Harvard tomé un año libre para
tratar de decidir lo que quería hacer con mi vida. Quería entender mi
propia historia, saber de dónde vine. Como no tenía acceso a la historia
de mi papá, fui a conocer la historia de la familia de mi madre (Sarah)
en Caguas. Un familiar fue guardaespaldas de Albizu Campos y cadete de
la República. Se llamaba Juan José Cuadrado. Él me presentó a otro
nacionalista. En aquel momento era muy difícil documentar esos relatos,
que entonces fueron más parte de mi historia familiar y personal.
¿Qué lo motiva entonces a escribir el libro?
-Las carpetas del FBI, tras la divulgación que hiciera en el año 2000
el director de entonces del FBI, Louis Freeh, a solicitud del
congresista José Serrano. En esas carpetas se corroboró la forma en que
la gente fue seguida, espiada, controlada políticamente. Carreras fueron
arruinadas y familias divididas. No era una colección de información
pasiva. Usaban esa información como instrumento de control político y
social. Hubo gente que se tuvo que ir de la Isla, otros que
desaparecieron. Me dije, ‘esto es una historia que se tiene que contar’.
¿Todo es historia o hay partes noveladas?
-Todo está basado en las investigaciones, entrevistas a
nacionalistas, las carpetas y testimonios del Congreso, entre otras
fuentes.
¿Es usted independentista?
-Lo que he querido es preservar y presentar datos que componen la
historia de nuestras relaciones con Estados Unidos. He querido dejar que
los datos hablen por sí mismos. Desde Nueva York no tengo derecho a
imponer opiniones personales a la gente en la Isla, pero creo que la
peor opción que tienen es la condición actual. Creo que está reconocido
que es un status disfuncional, con una deuda de $73,000 millones y un
problema al que Estados Unidos no se quiere enfrentar.
El hecho de que el Partido Independentista Puertorriqueño me haya
invitado a Puerto Rico, sin embargo, y vaya a estar con ellos en ocho
pueblos debe dar una buena indicación de lo que pienso sobre hacia dónde
debe ir la Isla.
¿Para usted qué representa Pedro Albizu Campos?
-La conciencia de Puerto Rico. Puso las cuentas claras. Es una
combinación de Nelson Mandela, José Martí y Simón Bolívar. Fue un
tremendo intelectual, (primer) puertorriqueño en (graduarse) de la
Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, que dominó seis
idiomas. Le mostró a los puertorriqueños el camino del sacrificio y la
resistencia, al estar 25 de sus últimos 29 años en prisión. La historia
demuestra que sacrificó su libertad, su vida y su familia por los
principios que defendía. Y todo indica que fue sujeto a radiación por el
gobierno de Estados Unidos, mientras estuvo en la cárcel La Princesa.
Hay una reunión que usted resalta, de la cual dice que se ha escrito
antes, pero que el libro busca poner en perspectiva. Me refiero a la
invitación que le hiciera el jefe de la Policía Riggs a Albizu Campos a
almorzar en el club del Escambrón, el 18 de enero de 1934.
-Riggs era un personaje misterioso, que además de ser jefe de la
Policía estaba en Puerto Rico para defender los intereses de su padre,
presidente del poderoso Riggs National Bank, que ayudó a financiar
varias dictaduras en Centroamérica y Suramérica. De hecho, el banco
cierra después de que se determinó que lavaba dinero para el dictador
Augusto Pinochet en Chile. Una vez Albizu Campos logró duplicar el
salario de los trabajadores de la caña, Riggs le hace una oferta de
$150,000 y convertirlo en el próximo líder del Senado, a cambio de que
abandonara a los trabajadores de la industria de azúcar y el
nacionalismo. Albizu Campos mantuvo que no estaba a la venta. Poco
después se desata la violencia, a partir de la Masacre de Río Piedras,
tiroteando incluso al que había sido tesorero del Partido Nacionalista, y
Riggs dice que si los nacionalistas y Albizu Campos seguían organizando
a los macheteros habría “guerra hasta la muerte contra todos los
puertorriqueños”.
De ahí saca el título del libro.
-El título da la idea, por las palabras de Riggs, de cuál era la
actitud del gobierno de Estados Unidos hacia los puertorriqueños. Podían
matar a la gente a la luz del día y sin disimulo. Así fue con la
Masacre de Ponce, que en los periódicos estadounidenses, como el New
York Times, inicialmente se reportó como si se hubiese tratado de un
motín y alegó que la Policía actuó en defensa propia.
Ha sorprendido que directamente atribuye eso a un mozo que estuvo allí en la reunión entre Albizu Campos y Riggs.
-Nunca quiso dar su nombre, pero hay uno que se hacía llamar 1717.
Pero, no se trató de algo apócrifo. Es una historia que se reportó y se
dio a conocer también por fuentes múltiples, incluso Laura Meneses,
Marisa Rosado y Federico Ribes Tovar. El Imparcial reportó sobre
la reunión. Todo indica que tras rechazar Albizu Campos la oferta, algo
parecido se le ofreció a Luis Muñoz Marín.
Pero tarda varios años más Muñoz Marín en dejar a un lado su ideal de
independencia. ¿Cuál es su evaluación sobre la figura de Luis Muñoz
Marín?
-Estoy consciente de que su cambio empieza en 1943. No hago una
evaluación de Muñoz Marín. Me limito a presentar hechos, sin imponer mi
perspectiva personal. Presento hechos irrefutables.
Divulga un documento -quizá por vez primera en una publicación- en el
que el FBI describe a Muñoz Marín como adicto al opio. Teoriza que ese
documento el FBI lo usó para controlar a Muñoz Marín.
-Ese documento es un informe que sale de las carpetas del FBI, que
curiosamente estuvo publicado por un tiempo en internet y luego
desapareció. No lo he visto en ningún otro libro.
¿Cree que Muñoz Marín era adicto al opio? En esas carpetas del FBI y
de la Policía de Puerto Rico hubo también muchas exageraciones y
falsedades.
-En mi mente no hay ningún debate. En su misma autobiografía
Memorias, describe una reunión en 1932, a principios de su regreso a
Puerto Rico, en el que dice que ya había un rumor sobre ese hábito
personal de él. En su libro lo niega. Pero, en otra parte de las
carpetas lo identifican como ‘el moto de Isla Verde’. Había un
reconocimiento general de que tenía ese problema (de adicción al opio).
Sé que es algo controversial.
Hay un personaje en la historia que usted ubica como un verdadero
rufián. ¿Qué representó Charles Herbert Allen, el primer gobernador
civil de Puerto Rico, bajo la bandera estadounidense?
-Allen convirtió la isla de Puerto Rico en una escena delictiva. Usó
sus breves 17 meses como primer gobernador civil de Puerto Rico para
determinar lo que se podía llevar. Su “primer informe anual” para el
presidente William McKinley fue en realidad un plan de negocios para la
adquisición masiva de la economía agrícola de Puerto Rico.
Es una oportunidad para la opinión pública estadounidense conocer los momentos más oscuros de su relación con Puerto Rico.
-Mucha de esta información ha existido. Pero Estados Unidos no ha
querido conocer la naturaleza de su relación con Puerto Rico. La
atención de los políticos es muy corta. Quizá se necesita un trato
cinematográfico para darle plena atención a la historia. Mi libro
debería abrir las puertas a muchos libros sobre las carpetas. Son 1.8
millones de páginas que deben motivar a historiadores a hacer análisis
continuos sobre los acontecimientos y las ventajas que tomó Estados
Unidos. Lo único que tenemos en Washington es un comisionado residente
que no tiene voto y cuya voz está tan condicionada que es como si no
tuviera voz. Al mismo tiempo hay una falta de coordinación entre los
mismos puertorriqueños, que Estados Unidos aprovecha para decir que no
recibe un mensaje claro de parte de Puerto Rico.
Con el tiempo ha crecido el respaldo a la estadidad.
-Es una combinación del aborrecimiento al Estado Libre Asociado (ELA
)-que es realmente una colonia-, la desesperación económica, el síndrome
de Estocolmo (el afecto que se puede desarrollar hacia el
secuestrador); el interés personal de políticos locales que ganan con
este debate; y las incansables relaciones públicas que ha mantenido por
décadas el Partido Nuevo Progresista (PNP). Personalmente pienso que
Puerto Rico merece y está plenamente capacitado para su independencia.
Pero, dejando a un lado mi opinión, Puerto Rico se merece una opción
clara entre la independencia o la estadidad. El ELA es un fraude. Una
vez se pueda hacer esa selección, Estados Unidos deberá honrarlo. Si no
lo hace, quedará más claro que lo que canta un gallo que Puerto Rico es
una colonia.
Usted es mitad cubano, pero siempre se ha identificado como puertorriqueño.
-Nunca conocí a la familia de mi papá. Lo arrestaron cuando tenía
ocho años. Mi familia siempre ha sido la de mi mamá y mi abuela. Además,
en las décadas de 1960 y 1970 había muchos puertorriqueños en
Washington Heights, que es donde me crié y he vivido la mayor parte de
mi vida.
Ser puertorriqueño define mi herencia y define quién soy yo.
¿Por qué no supo nunca más de su papá? ¿Nunca fue a verlo?
-Llegaron cartas, siete u ocho, algunas tachadas o abiertas, para que
supiéramos que las leían. Mi mamá llegó a tener un plan para mudarnos a
Cuba, con mi abuela. Le dieron un número para tomar un barco, que
pienso era clandestino. Pero, mi abuela, que tenía 80 años, se enfermó
de gravedad ese día. Mi mamá tuvo que decidir entre irnos o dejarla
enferma. Canceló el viaje esa misma noche. Se sabía que la puerta
quedaba cerrada.
¿Tiene familia en Cuba?
-Creo que mi papá se casó de nuevo. Quizá algún día vaya. Pero, en
aquella época, yo era único hijo, con una madre costurera y una abuela
de 80 años.
¿Qué opina del camino hacia el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos?
-La política hacia Cuba fue un fracaso enorme de los líderes
estadounidenses. Para mí fue una tragedia personal y es lógico que haya
afectado a millones de familias más.
Es irónico que se intente normalizar esa relación y que Puerto Rico siga sin decidir su futuro político.
-Hay una desesperanza en Puerto Rico que requiere atención inmediata.
La gente abandona la Isla, y la deuda y los impuestos son insostenibles.
Ha sido de alta presión la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos,
que ha incluido violencia, el bombardeo de dos pueblos, los arrestos de
más de 3,000 personas (en medio de la revuelta nacionalista), la
existencia de 100,000 carpetas del FBI poniendo a pelear hermanos contra
hermanos. Ahora Wall Street le dijo a Puerto Rico que si se recortaban
las pensiones, se despedían decenas de miles de obreros del Gobierno, se
imponían tarifas más alta en el precio de la gasolina -lo que se hizo
dos veces en un año- y un plan de austeridad fiscal, no se iba a
degradar el precio de los bonos de Puerto Rico. Pero, eso fue lo que
exactamente hizo. Mientras tanto adoptan en Puerto Rico una Ley 22 que
tiende una alfombra roja a inversionistas multimillonarios como John
Paulson, quien ganó miles de millones de dólares durante la crisis
financiera apostando en contra de Estados Unidos. Crean la misma
angustia de 1900, cuando llegó el huracán San Ciriaco y no enviaron
ayuda, devaluaron el peso que circulaba en Puerto Rico en 40% para
beneficiar el dólar, aprobaron la ley Hollander que forzó a los pequeños
agricultores a hipotecar sus tierras en bancos estadounidenses. Vuelven
a mantener a Puerto Rico en angustia, mientras ellos obtienen todos sus
beneficios. En ese sentido la guerra contra los puertorriqueños no ha
terminado.
—-
ACLARACIÓN:
La entrevista fue publicada el domingo 17 de mayo de 2015 en la edición impresa de El Nuevo Día:
Aquí ahora aparece con una corrección histórica, pues indicaba que
Albizu Campos fue el primer puertorriqueño en ingresar a la Universidad
de Harvard. En su libro, Denis indica que Albizu Campos fue el primero
en graduarse del Harvard College y Harvard Law School. Según el
historiador y profesor universitario Luis Ferrao, autor del libro ‘Pedro
Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño, “antes que Albizu
(Clase de 1916) se graduaron de Harvard los puertorriqueños Manuel
Arturo Saldaña (clase del 1896), Eduardo Egberto Saldaña (clase de 1897 e
Ingeniero de centrales azucareras) y Carlos Gallardo (Clase de 1909)”.
Líder nacionalista Pedro Albizu Campos, habla en la Universidad de Puerto Rico
Aviones que bombradearon Utuado y Jayuya.
Aviones que bombradearon Utuado y Jayuya.
Documentos desclasificados por el FBI sobre el Gobernador, Luis Muñoz Marín.
Operativo Militar en Jayuya, Puerto Rico, 1950